
¿Te has preguntado alguna vez por qué te cuesta dejar de hacer scroll en las redes sociales
cuando estás aburrida? Hoy te hablamos del refuerzo intermitente, un concepto que
explica por qué es tan difícil romper con un hábito que no siempre nos produce bienestar. Si no al contrario.
Este concepto nace, como muchos otros, de los estudios clásicos con animales. Imagina a una ratita que presiona una palanca y a veces recibe comida y a veces no. La ratita sigue presionando, sabiendo que, si lo hace lo suficiente, en algún momento llegará la
recompensa. ¿Te suena? Este mecanismo es el mismo que nos engancha a las máquinas
tragaperras. Aunque no siempre obtenemos lo que queremos, la posibilidad de conseguirlo nos mantiene en el ciclo.
Y ese mismo ciclo de refuerzo lo encontramos en las redes sociales. En lugar de presionar
una palanca, deslizamos el dedo una y otra vez. A veces encontramos algo que nos gusta o entretiene: un meme divertido, un vídeo interesante o una noticia que nos impacta. Pero muchas otras veces nos topamos con contenido que nos hace sentir mal: comparaciones físicas, noticias abrumadoras o mensajes que nos incomodan. Y aun así, seguimos. ¿Por qué? Porque en ese «a veces» está la trampa: la expectativa de encontrar algo positivo nos engancha.
El problema es que, en redes sociales, no solo nos frustramos cuando no encontramos lo que queremos; también nos bombardean con contenido que nos puede hacer sentir peor. No es solo un vacío de no recibir lo que esperabas, es un exceso de estímulos que afecta
emocionalmente. Así como el refuerzo intermitente nos hace seguir, el ciclo de recompensa
y castigo va haciendo mella. Este concepto, de una forma evolucionada pero con similitudes de conducta, ocurre en relaciones tóxicas.
En una relación abusiva, la dinámica es similar. A veces, tu pareja te trata bien, con cariño y afecto, pero otras veces te trata mal. Esa intermitencia, esos momentos de amor intenso, te mantienen atrapada. Porque cuando todo va bien, es tan perfecto que piensas que vale la
pena aguantar los momentos malos. Y, entre tanto, sigues en una relación que, aunque en algunos momentos te llena, en muchos otros te destruye.
Este ciclo de «recompensa y castigo» no solo es un patrón adictivo; también te hace
cuestionar tu comportamiento. En las relaciones tóxicas, a veces incluso te culpas a ti
misma cuando no recibes ese cariño que buscas, pensando que algo hiciste mal. Y mientras sigues esperando ese momento de gratificación, te encuentras inmersa en
dinámicas que te castigan emocionalmente.
Tu impulso de entrar de lleno en un scroll infinito cuando te aburres es el resultado de un
refuerzo intermitente. Y el primer paso para encontrar tu equilibrio interior respecto a ello es conocer lo que ocurre. Sigues buscando, buscando, buscando esa pequeña dosis de gratificación mientras recibes «patadas» emocionales en el cerebro, el corazón y la barriga. No saber cuándo parar, no poner un límite, acaba convirtiéndose en una forma de autocastigo. El refuerzo intermitente se convierte en un ciclo de aprendizaje basado en la
adicción.
Entonces, la gran pregunta que debes hacerte es: ¿de qué estás escapando? Cuando trabajamos este tipo de conductas en terapia, solemos hacer esta pregunta: ¿qué
estás evitando al mantenerte tan entretenida y ocupada con todo eso?
La funcionalidad detrás de esa conducta es clave.
Y con las redes sociales, ¿de qué intentas escapar? ¿De tu propia vida? Es duro pensar
que muchas veces usamos el teléfono para huir de una vida que nos resulta más aburrida
que el contenido que vemos en la pantalla. Y lo peor es que ese contenido ni siquiera es real. Nos pasamos el tiempo viendo imágenes y vídeos que representan vidas irreales, modificadas por filtros y Photoshop. Cuerpos que no existen y que, sin embargo, nos hacen sentir que deberíamos aspirar a ser como ellos.
Nos sumergimos en un mundo virtual donde, inconscientemente, nos comparamos con otros.
El mensaje es claro: «Este es el cuerpo ideal, esta es la vida ideal. Si no lo tienes, algo está mal en ti.» Pero lo que estamos viendo no es real, y eso alimenta nuestra
insatisfacción.
Nos desconectamos de nuestras propias vidas para observar la de otros, una
vida que no es la nuestra y que, en muchos casos, ni siquiera es verdadera.
Al final, tanto con el teléfono como en una relación tóxica, el refuerzo intermitente nos
atrapa porque nos lleva a pensar que, en algún momento, la recompensa llegará. Pero, ¿cuándo es suficiente? ¿Cuándo decidimos dejar de presionar la «palanca»? La verdadera
cuestión es: ¿qué estamos intentando evitar?
Porque hasta que no lo descubramos,
seguiremos buscando, buscando, buscando..