Una conversación que todos necesitamos

Septiembre Mes Mundial de la Prevención del Suicidio

Hay días que nos obligan a mirar temas que, por lo general, preferimos mantener en la sombra. El pasado 10 de septiembre fue uno de esos días: el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. De repente, rompemos el silencio y nos permitimos hablar de aquello que nos aterra. Hasta hace no mucho, el pacto social era claro: no hablar del suicidio para evitar que ocurra más. Pero en ese silencio, paradójicamente, dejamos que algo más crezca: la soledad de quien no encuentra en las palabras de los otros un lugar donde sentirse abrazado, reflejado, significativo.

Y la soledad, esa bestia silenciosa, tiene hambre de invisibilidad. Se alimenta de los secretos que guardamos, de las miradas que no nos atrevemos a sostener. Es en ese vacío donde algunas personas encuentran refugio, un refugio que duele tanto como la ausencia misma. Nos envuelve, nos sumerge, y en ese océano oscuro se hace fácil olvidar que estamos rodeados de otros. Porque, al final del día, no es que queramos ser olvidados… es que necesitamos ser vistos. Completamente. Con todas nuestras cicatrices, nuestras dudas, nuestras esperanzas. Sentirnos comprendidos en la esencia misma de nuestra existencia.

Todos hemos sentido la soledad. No me refiero solo a estar físicamente solos. Hablo de esa soledad que cala hasta los huesos, que te hace preguntarte si realmente importas, si realmente perteneces. Es un sentimiento que conocemos bien, y aun así, seguimos dejando a quienes amamos enfrentarse a ello. A veces, no nos damos cuenta. Otras veces, simplemente no sabemos cómo estar ahí para los demás. Y en esa torpeza, en ese miedo, nos alejamos.

Para esos momentos en los que las palabras no aparecen, cuando el dolor parece imposible de describir, la escritura se convierte en un refugio. Las Qualias –esa conexión íntima entre percepciones, sensaciones y emociones– son experiencias que nos unen a todos los seres vivos, pero que no siempre sabemos expresar. Para eso existe la poesía, esa ventana que abrimos cuando las palabras convencionales ya no sirven.

Abro mi corazón y mi vida para ponerle palabras hoy a mi camino, para acercarme a ti: 

Recuerdo mi adolescencia marcada por una soledad profunda. Una soledad que, en ese entonces, no sabía cómo nombrar, pero que ahora llamamos bullying. Era una sombra que me seguía, una constante sensación de estar fuera de lugar. Escribí poesía, intentando darle forma a lo que no podía decir. Gané un premio por ello, pero ni siquiera ese reconocimiento logró iluminar la oscuridad en la que vivía. Porque nadie veía más allá de las palabras. Nadie vio la niña que estaba sola, a pesar de estar rodeada de gente.

A veces, cuando has construido tu identidad dentro de la soledad, salir de ella puede ser aterrador. Nos aferramos a lo que conocemos, aunque duela, porque lo desconocido es peor. Nos decimos que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Y así, perpetuamos un ciclo que nos rompe, pero que sentimos que podemos controlar.

Recuerdo esos momentos de furia interna, cuando me enfadaba conmigo misma por cómo me trataban los demás. Me prometía dejar de ser yo, como si la solución a todo fuera borrar mi esencia. Dejar de sonreír, dejar de hablar, dejar de existir, poco a poco, porque pensé que esa era la razón de mi rechazo. Y de alguna manera, ese dolor conocido era más llevadero que la incertidumbre de intentar ser otra cosa y, quizás, fracasar de nuevo.

Si alguna vez has sentido que estás atrapado en esa certidumbre que te consume, te ahoga y no te deja avanzar… no estás solo. Todos, en algún momento, nos hemos sentido así. Pero hay una salida. No tienes que quedarte ahí.

Pedir ayuda no es un signo de debilidad. De hecho, es el mayor acto de valentía. Porque reconocer que necesitamos a los demás, que necesitamos ser vistos y escuchados, es un recordatorio de que estamos vivos. Y al final, la verdadera felicidad no viene de ser aceptados por todos, sino de aceptarnos a nosotros mismos, sin miedo, sin filtros. Ser quien siempre hemos querido ser, simplemente nosotros.

Hoy, te invito a hacer una pausa. A mirar a tu alrededor. A darte cuenta de cuántas personas, en su silencio, podrían estar pidiendo ayuda. Y si eres tú quien está en esa posición, si te duele más de lo que puedes soportar, alza la voz. Porque ser feliz, a veces, es tan sencillo como recordar que ya eres suficiente, tal como eres.

Estefanía ❤️

Poema de psicóloga en Oviedo
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