¿Por qué es tan importante el acompañamiento psicológico cuando recibimos un diagnóstico de lipedema?

Recibir un diagnóstico de lipedema puede remover los cimientos de tu emocionalidad de forma profunda. No solo afecta a la latitud corporal: también impacta en cómo te sientes, cómo te ves y cómo te relacionas contigo misma. Si has recibido un diagnóstico de lipedema este artículo es para ti. Un abrazo que busca recordarte que no estás sola ante el camino y que hay formas de acompañar todo lo que estás viviendo.

El diagnóstico

Recibir un diagnóstico no siempre es sinónimo de alivio, de liberación de culpa. A veces, saber lo que te pasa te ayuda a ponerle nombre al dolor, pero también puede abrir una etapa nueva llena de preguntas, frustraciones o incluso duelo.

El lipedema no solo afecta físicamente. Sí, duele. Pesa. Molesta. Cambia la forma en la que caminas, en la que te mueves, en la que eliges qué hacer y qué no. Pero también puede doler por dentro. Porque esta patología, que altera la forma y proporción del cuerpo —sobre todo en piernas y brazos—, impacta de lleno en la imagen corporal y, en consecuencia, en la autoestima.

Y si a eso le sumamos el contexto social en el que vivimos —ese que nos vende cuerpos normativos, dietas milagrosas y soluciones mágicas—, el resultado es fácil de imaginar: frustración, culpa, vergüenza, sensación de no encajar.

El problema es que el lipedema no responde como se espera a una dieta o al ejercicio. Así que muchas personas que lo padecen conviven durante años con la sensación de estar haciendo todo «bien»… sin que nada funcione. Esto no solo genera agotamiento, también hace que una parte de ti empiece a pensar que el problema eres tú. Y no lo eres.

Muchas mujeres con lipedema nos comparten historias similares: visitas médicas donde no se les tomó en serio, profesionales que desconocen la patología o minimizan sus síntomas, diagnósticos tardíos, miradas cargadas de juicio. Todo eso va dejando una huella emocional.

Por eso, cuando por fin llega el diagnóstico, puede haber cierto alivio, sí. Pero también puede surgir una etapa de duelo: por el tiempo perdido, por la falta de comprensión, por todo lo que ha dolido física y emocionalmente sin tener nombre. También, por dejar atrás la idea de alcanzar un cuerpo que no es el nuestro, perseguido durante años con cada dieta o tratamiento. Y empezar, poco a poco, a aceptar y cuidar el cuerpo real desde el respeto y el autocuidado, no desde la necesidad de cambiarlo constantemente.

Ahí es donde el acompañamiento psicológico se vuelve una herramienta clave. Porque no se trata solo de aceptar un diagnóstico. Se trata de aprender a convivir con él. A resignificar la relación con tu cuerpo, con la comida, con el deporte, con el ocio. A recuperar actividades a las que habías renunciado por sentirte rechazada, juzgada o limitada.

El objetivo es que, con el tiempo, puedas convertirte en experta de tu propia enfermedad. Desarrollar autogobierno, autocuidado y autogestión frente a los síntomas y las necesidades del día a día. Porque entender lo que nos pasa es el primer paso para tomar decisiones informadas y vivir con mayor bienestar.

Terapia que te ayuda a construir una nueva relación contigo misma

Una parte fundamental del tratamiento conservador del lipedema pasa por la nutrición y el ejercicio. Pero cuando vienes de años de lucha contra tu cuerpo —y no con tu cuerpo—, hablar de comida o moverse puede estar teñido de experiencias muy dolorosas.

Muchas mujeres con lipedema arrastran una mala relación con la alimentación. Algunas incluso han desarrollado Trastornos de la Conducta Alimentaria. Es comprensible ¿verdad?, si durante años se les ha dicho que su cuerpo estaba así por falta de voluntad.

En ese contexto, la terapia psicológica no solo acompaña: repara. Te ayuda a cuestionar esas creencias que se colaron dentro sin que te dieras cuenta. A dejar de vivir en una lucha constante con tu cuerpo. A reconstruir la forma en que te hablas, te tratas y te cuidas.

Y eso incluye también lo social. Porque vivir con lipedema implica, muchas veces, tener que enfrentarte a la gordofobia, también en entornos sanitarios.


Implica aprender a defender tus derechos, a poner límites, a pedir el espacio que mereces.
Y en un sistema donde esta patología, que afecta casi exclusivamente a mujeres, sigue sin contar con los recursos ni el reconocimiento necesarios… eso cansa.
Y mucho.

Un espacio seguro para cuidarte (de verdad)

En terapia, trabajamos muchas cosas.

La psicoeducación sobre la enfermedad, la gestión emocional del diagnóstico, la relación con la imagen corporal, el tratamiento (si hay) de TCA o dismorfia, la integración del autocuidado y la autogestión… Pero, sobre todo, lo que buscamos es que recuperes calidad de vida. Si nos necesitas, podemos atenderte de forma online desde donde tú quieras o puedes venir a conocernos a nuestro espacio de psicología en Oviedo

Porque vivir con lipedema no debería implicar vivir con culpa o con vergüenza. No debería implicar renunciar a ti. Y acompañarte en ese proceso de reconexión contigo misma es, sin duda, una de las partes más bonitas de nuestro trabajo.